martes, 24 de diciembre de 2019

TODOS SOMOS ZOZULYA, TODOS SOMOS NAZIS


Zaragoza y Barcelona juegan en la Romareda. Eto'o se dispone a abandonar el campo harto de los insultos racistas que llegan desde la grada. Ronaldinho está de acuerdo. Frank Rijkaard, entrenador entonces del Barça y otros compañeros le convencen para que siga. El partido no se suspende. 
Esto ocurrió en el año 2006. Pero hagamos memoria. 

Año 2011, un Atlético-Sevilla en el Vicente Calderón. La grada tararea "Ea, ea, ea, Puerta se marea". Antonio Puerta había fallecido 4 años antes tras un fallo cardíaco en el Sánchez Pizjuán. El partido no se suspendió.

A pocos metros del Calderón, en la capital, los ultras del Real Madrid tenían una gran canción:
"Vente con el Real Madrid, que es lo que se lleva ahora. Vente con los ultras sur, que vamos a Barcelona. Hay que quemar el Nou Camp, con cien mil bastardos dentro. Es la forma más barata de acabar con tanto cerdo". La cantaban cada dos semanas en el Bernabéu a principios de siglo.
Se convirtieron en clásicos los " Puta Madrid, puta capital" en Barcelona y los "Puta Barça, Puta Catalunya" fuera de Barcelona. Nunca a nadie se le ocurrió suspender el partido en estos casos.

Ni el "Guti, Guti, Guti maricón" de varios estadios, ni el "Cristiano violador" del Metropolitano. Ni el habitual "cornudo Simeone"; ni aquel "Piqué, cabrón, Shakira tiene rabo y tu hijo es de Wakaso" o la pancarta "Shakira es de todos" de la afición del Espanyol, provocaron siquiera la duda en el trencilla sobre la posible suspensión del partido.

Hemos escuchado muchos "muérete", muchos "hijo de puta". Incluso hemos visto como tiraban plátanos a jugadores. Exactamente a Dani Alves en el Madrigal. También hemos escuchado sonidos de mono en la grada cuando un jugador visitante negro tocaba el balón. A Romelu Lukaku este mismo año en Cagliari. A Iñaki Williams en el Molinón. Y ningún partido fue suspendido.

La semana pasada se suspendió por primera vez un partido por insultos. No fue por nada de lo indicado con anterioridad. Fue en Vallekas, los Bukaneros gritaban "Puto nazi" al futbolista del Albacete Zozulya. Llamaban nazi a un futbolista que en redes sociales deja claro que tiene bastante de nazi. O en su defecto, neonazi.

Para rematar la faena, un día después, la Directiva del Rayo Vallecano colgó un comunicado indicando:
"Creemos firmemente en los valores que representa el deporte, de unión, de solidaridad y de no discriminación a ninguna persona por su raza, su religión o su ideología, por lo que condenamos cualquier manifestación de violencia física o verbal contraria a estos valores".
Resumiendo, hay que respetar la ideología de los demás. En este caso la ideología nazi. Ya que como dijo Tebas hace dos años (cuando la afición del Rayo consiguió expulsar a Zozulya del equipo), se empieza no dejando jugar a nazis, y se acaba expulsando a homosexuales de los equipos. Tebas, presidente de Laliga, tampoco está suspendido.



Si el gran Wilfred levantara la cabeza, pensaría en aquel partido en el Bernabéu defendiendo a su Rayito al grito de "negro cabrón, a recoger algodón". Algo parecido ocurría si Aitor Zabaleta o Jimmy siguieran entre nosotros. Nos recordarían que ni siquiera sus muertes en las cercanías del Calderón poco antes del inicio de los partidos contra Real Sociedad y Depor conllevaron la suspensión de los mismos.

Los neonazis y los fascistas españoles llevan décadas entrando y gritando sus consignas sin ningún tipo de pudor en todos los estadios de todas las divisiones españolas. 
La propaganda política unida al deporte es muy atractiva para atraer a las manadas de jóvenes descerebrados.
Llevar una estelada a un campo, una pancarta sobre sitandtalk o simular con las manos un futbolista el águila de la bandera de Albania, lo consideran intolerable. Lucir símbolos fascistas no. Es simple y llanamente libertad de expresión.
Una mesa es una mesa. Una silla es una silla. Y un nazi es un nazi. Llamar a las cosas por su nombre no es un delito. Es una necesidad. Y a estas alturas casi lo menos importante es si Zozulya es un nazi. Que de no serlo, lo disimula muy bien. Lo que importa es que todas las barbaridades anteriores descritas no acabaron en suspensión de partidos. Pero la del otro día en Vallekas, sí. 

Hace dos años el Betis salió al campo con una camiseta que decía: "Todos somos Zozulia", en defensa y apoyo de su compañero de equipo. Hace unos días en el Carlos Belmonte hubo ovación para el jugador ucraniano y también se vieron pancartas en la grada con ese hashtag ya famoso. 

En ambos casos se olvidaron acabar el mensaje. Ya que si todos somos Zozulya, todos somos nazis.

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