miércoles, 24 de abril de 2019

ESPAÑOLES QUE COMEN BANDERAS


Llegaba Albert Rivera por las nubes por las buenas críticas recibidas en el debate de TVE. Pedro Sánchez tranquilo sabiendo que había salido casi indemne del primer asalto. Pablo Iglesias convencido de hacer un debate todavía mejor que el anterior al ser de largo el más preparado para estas lides.
Y llegaba Pablo Casado, de largo el perdedor en la ida, al ataque. Derrota además provocada por lo que nunca hubiéramos imaginado, su moderación.

De aquellos polvos, estos lodos.
Casado se pareció más al que hemos visto en campaña. Más agresivo. Más directo. Atacando a Sánchez pero con un ojo puesto en Rivera. Sin llegar por supuesto al de los mítines, porque ese Casado sería expulsado de un plató al minuto 2.

Sánchez tuvo un tono parecido al del día anterior pero dando una sensación de ir un poco sobrado. Ayudó que el primer zasca de la noche dirigido hacia él se lo comiera Rivera de rebote. En el día de Sant Jordi no podían faltar los libros. Tú me regalas mi tesis, yo te regalo el libro de Santiago Abascal y Dragó, "La España Invertebrada". La sensación del actual presidente es que tiene claro que podrá gobernar. Que las 3 derechas no sumarán. Demasiado optimista parece teniendo en cuenta lo apretado de los bloques.


Iglesias esta vez no se llevó la Constitución. Pero estuvo directo y preciso. En el debate anterior le faltó frescura. En este no. Esta vez convenció de verdad.
Podemos, según las encuestas, va a perder la mitad de los escaños logrados en 2016. Por eso Iglesias necesitaba convencer con mayúsculas. Mover a su electorado. En TVE se centró en los que quizá se queden en casa y no voten. Ayer se centró en todo el electorado de izquierdas. Huyó del espectáculo y lo reprochó a sus contrincantes.

Rivera era el más esperado de la noche. Era el que más difícil lo tenía. El partido de ida le fue bien, casi todos sus gadgets funcionaron. Aunque siempre le sobran varios Torras o varios Puigdemonts. Si la foto de Sánchez-Torra fue un esperpento, la de Otegi-Mendía fue una absurdez.
En el primer debate fue Chuck Norris (como lo llamó el periodista de la Sexta Ferreras). El problema es que Chuck Norris, Steven Seagal o Van Damme tienen un punto de acción aprovechable. Pero también tienen su punto de meme, que fue el que ganó por goleada ayer.
También queda claro que fuera de su matraca sobre Catalunya, Rivera oiría muchos más silencios que los que escuchó (al parecer) en el primer debate.

Abascal no estuvo. Se habían apuntado a la fiesta pero tuvo la suerte que la JEC no lo permitió. Ellos mismos lo reconocieron. Abascal hubiera sufrido hasta en un debate justito como el de anoche. Eso sí, de haber estado en su atril, no hubiéramos encontrado ni papeles, ni fotos, ni gráficos. Seguramente hubiera llevado únicamente una pistola. Para defenderse de los malos españoles si el debate se ponía bronco.


En el minuto de oro, Casado y Sánchez se parecieron bastante. Apelaron al voto útil. Lo contrario provocaría que gobiernen los separatistas y los batasunos, según Casado; o la ultraderecha de Vox, según Sánchez.
Rivera lo utilizó para explicar que se preocupa por España en la misma medida que se preocupa por su familia. De nuevo, como en el anterior minuto de oro, todo pareció sobreactuado.
E Iglesias se centró en que votar cambia las cosas. Aunque haya poderes ocultos que no los quieren en el gobierno. Ya en TVE adelantó esta idea: Si nos permiten gobernar y no cambia nada en 4 años, no nos voten nunca más. 

Faltó aquí de nuevo el minuto de Abascal, que con seguridad lo hubiera llamado minuto de gloria. Hubiera cantado a capella el Novio de la Muerte. O en su defecto, hubiera pedido el móvil, no para llamar, si no para poner el politono del Himno de España.

El 28 de Abril sólo puede ganar uno. Solo uno puede ser presidente. O no. Quizás pase como hace 4 años y no lleguen los acuerdos y haya que repetir las elecciones.
Mientras, Pedro lo ve cerca; Casado espera el arreón habitual de la movilización de los votantes de su partido; Albert confía en los votos de los indecisos de derechas; y Pablo espera movilizar al enorme número de votantes de izquierda que muchas veces no vota.
Nos jugamos mucho. Una España en color o en blanco y negro. Una España machista o feminista. Una España en evolución o involución. Todo dependerá del número de españoles que comen banderas.

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