Érase una vez una hormiga con conciencia, como si de un hombre de nuestro tiempo se tratase.
Un día dando un paseo se chocó con la pata de una silla. Esta hormiga no entendía que era ese enorme trozo de manera que había delante suyo.
Otro día vio como esos seres ahí sentados miraban una caja con figuras que se movían. Le dio muchas vueltas al tema y entendía que eran otros seres como ellos pero metidos en esa caja. Como podía ser. No podía comprenderlo. Así que se acercó lo sufiente para ver a esos seres de cerca. Al acercarse se chocó contra una pantalla. Casualmente dentro de esa caja había hormigas como ella (estaban dando "Ants"). Intentó comunicarse con ellas pero los sonidos que emitían era como los de los humanos.
Indignada ante la imposibilidad de entenderlo, imaginó que habría un ser superior a ella que había castigado a esas hormiguitas a estar siempre encerradas en esa caja y a no poder comunicarse con ella. O tal vez eran las hormigas que morían. Le pareció recordar que había visto a Jesús, su mejor amiga hormiguita que murió hace tiempo. O tal vez fue su imaginación.
Muchos días se acercó a esa pantalla con el fin de ver a sus amiguitas fallecidas y nunca más vio ninguna. Sólo veía imagenes que no lograba comprender.
Poco a poco se fue consternando y creando unas fantasías sobre aquellas hormiguitas encerradas en la pantalla.
A los pocos años murió y se fue con una sonrisa pensando que por fin estaría dentro de esa pantalla y riendo con sus amiguitas fallecidas.
Esta fábula nos demuestra a lo que nos enfrentamos en el conocimiento del mundo.
A esa hormiga le costaba entender lo que era una pata de una silla. Una mesa. Una televisión. Un humano. Más difícil todavía le sería imaginar lo que es un apartamento completo. Peor aún, ni siquiera concebir lo que es una ciudad, un país, un continente...Digamos que nos parecería completamente imposible pensar que esa pequeña hormiga llegara a esos niveles de conocimiento.
Pero eso no quitaría que todo eso existiera.
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